martes, 8 de noviembre de 2011

Dinero, para ser educado. Gracias.

En México, la brecha de acceso a la educación superior se redujo casi un 12% en las dos décadas pasadas. Sólo los estudiantes con ingresos más altos lo hace. A pesar de los avances, todavía no podemos decir que hay igualdad de oportunidades.
Aún están lejos de brindar elementos a los jóvenes de escasos recursos para sostener su permanencia en la escuela.  Por ejemplo, mediante el programa de becas, ya que sólo se llega a 400 mil estudiantes en situación de pobreza, de un universo de casi 800 mil.
La desigualdad social y económica limita a los jóvenes el ejercicio pleno del derecho a la educación.  Con ello, el país desperdicia uno de los activos más importantes con los que cuenta, mostrándose incapaz de impedir que el origen social condicione en buena medida el destino educativo, social y laboral de su juventud. Una nación con poca movilidad social, tiene el peligro de generar frustración y resentimiento social, con altos costos además.
Los contrastes todavía son enormes y, conforme avanzan los niveles educativos, la probabilidad de ingreso entre quienes menos tienen se reduce. El 60% de la matrícula de la enseñanza básica proviene de de los grupos con mayor desventaja, mientras en el bachillerato la cifra baja a 40% y, en la superior, cae a 21%.


Los jóvenes pertenecientes a los segmentos de la población con mayores recursos, tienen una probabilidad de acceso a la universidad casi cuatro veces mayor que aquellos que se encuentran en pobreza. En un México de enormes desigualdades, la enseñanza presenta marcadas desigualdades desde el punto de vista territorial, estatal, metropolitano, urbano, rural y social.

Ningún país tiene posibilidad, en una etapa de su desarrollo, de cubrir todas las ciudades, y por una suerte de economía de escala, la presencia de la educación superior es mayor en ciudades de mayor tamaño. Conforme se universaliza este nivel educativo, todas las ciudades empiezan a tener en mayor o menor medida presencia de algún plan de estudios superiores.
Uno de los mecanismos privilegiados para contrarrestar la problemática de la desigualdad son los programas de becas. Con los nuevos presupuestos para 2012, se alcanzaría para dar una beca a 400 mil jóvenes adicionales, con lo que se cubriría al ciento por ciento a los estudiantes más pobres que están en la universidad.
No basta facilitar el acceso, sino que deben diseñarse mecanismos para garantizar la permanencia en la escuela y la calidad, de lo contrario, difícilmente se romperá el círculo vicioso de la exclusión, porque si se ofrece mala calidad al que proviene de los estratos de menores ingresos, se le dará un título devaluado por un lado, y por el otro, podrían tener inserciones precarias y de bajos ingresos al mercado de trabajo, que no hacen más que seguir reproduciendo las desigualdades.
De nada sirve ampliar la matrícula y la cobertura de la educación superior si no se avanza en el terreno de la equidad y la calidad, pues la falta de programas reconocidos por su buena calidad sin duda afecta a quienes menos tienen.
En los próximos 20 años, se proponen reducir de manera significativa la brecha para garantizar igualdad de oportunidades, para que el origen social no opere como una losa que cae sobre las espaldas de los jóvenes.


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